Por Matthew Rinehart, profesor de Matemáticas del Northern Middle School, Maryland (EE. UU.)

Para muchos profesionales de la educación, el camino a las aulas comienza con la pasión por el aprendizaje. En mi caso, empezó con un tipo de amor diferente: la paternidad. Ser padre despertó en mí algo profundo. Dejé atrás una carrera en el sector bancario, donde prosperé trabajando con los números, la resolución de problemas y el pensamiento lógico, y me embarqué en el ámbito de la educación. Comencé enseñando todas las asignaturas de la escuela primaria, pero no tardé en darme cuenta de que las matemáticas eran lo que verdaderamente me apasionaba (y en lo que demostraba buenas habilidades).
Sin vacilar, aproveché la oportunidad de enseñar Matemáticas a estudiantes del primer ciclo de secundaria que tenían dificultades. Mi objetivo no era solo impartir esta asignatura, sino ayudar a que los alumnos y alumnas creyeran que eran capaces.
Enseñar a los alumnos a creer en sí mismos
El alumnado con dificultades suele experimentar sentimientos de derrota, desaliento y desconexión con respecto a la asignatura. Mi función es ayudarles a reescribir esas experiencias. Afianzo mi enseñanza en una mentalidad de crecimiento. El alumnado pronto descubre que, en mi clase, el éxito no se mide por unas calificaciones impecables, sino por la perseverancia, la reflexión y el esfuerzo.
Cuando mis estudiantes se decepcionan, lo tomo como una oportunidad de enseñanza muy valiosa. A menudo les digo: “Su decepción me demuestra que les importa, y ahí es donde empieza el crecimiento”. Charlamos, reflexionamos, replanteamos y, paso a paso, vamos avanzando.
Acompañar a cada estudiante en su propio aprendizaje
Una de las herramientas más poderosas que empleo es la enseñanza en grupos pequeños. Estas sesiones me permiten seguir de cerca el aprendizaje, aportar comentarios de forma inmediata y adaptar las clases a las necesidades de cada estudiante. Incorporo instrumentos didácticos, rectas numéricas, papel milimetrado y modelos visuales antes de pasar a las fórmulas. Creo que las matemáticas deben presentarse de forma lógica y conectada, sin misterios.
Este enfoque resulta fundamental para el alumnado con planes educativos individualizados. Tengo la suerte de trabajar con muchos de mis alumnos/as a lo largo de distintos años escolares, lo que me permite forjar relaciones sólidas y comprender el perfil de aprendizaje de cada estudiante. Esta continuidad me ayuda a establecer metas eficaces y a brindarles apoyo personalizado. La colaboración con personal docente y responsables de casos de educación general, así como con empresas proveedoras de servicios, garantiza que todas las partes trabajen en pos de un objetivo común: el éxito del alumnado.
La autoconfianza surge de la conexión
La autoconfianza en las capacidades académicas no se desarrolla en el vacío, sino a partir de relaciones basadas en la fiabilidad, la empatía y las altas expectativas. Me aseguro de conocer a mis estudiantes más allá de sus puntuaciones en Matemáticas. Quiero que sepan que son importantes, que me preocupo y que, para mí, son mucho más que sus desafíos.
Una historia de éxito en la que pienso a menudo es la de un alumno que, durante mucho tiempo, se negó a participar en las evaluaciones de su plan educativo individualizado. Cuando llegó la hora de su revisión anual, le ofrecí ayudarle a fijar sus nuevos objetivos. Ese cambio —el hecho de hablar con él en lugar de sobre él— lo transformó todo. Empezó a participar, a intentarlo y a progresar notablemente. Fue útil poder poner en práctica las habilidades de los enfoques del aprendizaje del IB y la acción del alumnado en una situación de la vida real, y ver su impacto directo y positivo.
Al cabo de los años, algunos exalumnos/as aún me contactan para contarme cómo les va en la secundaria e incluso después de graduarse. Esos momentos me recuerdan que el impacto es real aun cuando el crecimiento no se produce de forma inmediata.
En una carta de recomendación para los Premios Presidenciales a la Excelencia en la Enseñanza de Matemáticas y Ciencias (PAESMT, por sus siglas en inglés), un padre expresó estas sinceras palabras:
“Desde el principio vi que el profesor Rinehart se preocupaba verdaderamente por sus estudiantes. Se esforzó todo lo posible para brindar apoyo a mi hijo, no solo en las matemáticas, sino también en desarrollar su autoconfianza y ayudarle a volver a creer en sí mismo."
La colaboración: la clave para el éxito colectivo
En colaboración con cinco docentes de educación general, enseño seis cursos en tres años escolares. Cada docente tiene un estilo particular y enseña a su propio ritmo. Puede resultar difícil, pero, al mismo tiempo, es una de las cosas que más me gustan de este trabajo. Es una oportunidad para crecer junto a mis colegas, aprender de sus experiencias y compartir la mía propia.
Nuestra colaboración es diaria y dinámica. Planificamos nuestras clases de forma conjunta, reflexionamos sobre ellas, resolvemos desafíos y celebramos nuestros logros. Tenemos una gran capacidad de comunicación en persona y por correo electrónico, que nos ayuda a crear un entorno de aprendizaje cohesionado y solidario.
Mantener viva la pasión
Trabajar casi exclusivamente con estudiantes que tienen dificultades significa que es esencial mantener la motivación. También ofrezco apoyo al alumnado de educación general y participo en actividades extraescolares para evitar el agotamiento. La clave está en lograr un equilibrio y disfrutar del proceso.
Lo que me ayuda a seguir adelante es sencillo: mis estudiantes se merecen lo mejor. Son el futuro de mi comunidad y del mundo, y tengo el privilegio y la responsabilidad de ayudarles a forjar ese futuro.
Cinco conclusiones que guían mi práctica docente
- Mentalidad de crecimiento
Dé ejemplo, enseñe en qué consiste y adopte esta mentalidad en su propia vida. Cada desafío constituye una oportunidad para crecer. - Construcción de relaciones
Reconozca las cualidades individuales de sus estudiantes. Haga que sientan que se les tiene en cuenta, se les escucha y se les valora. - Colaboración frecuente
Apóyese en sus colegas y deje que sus colegas se apoyen en usted. El trabajo conjunto nos hace mejores. - Autorreflexión
Dedique un tiempo a hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué funcionó? ¿Qué no funcionó? ¿Cómo puedo mejorar? - Sensatez
Rezo por mi alumnado, por mi comunidad escolar y por recibir orientación sobre mis prácticas pedagógicas. Me ayuda a tener los pies en la tierra.
En definitiva, la enseñanza de las matemáticas no solo consiste en ecuaciones, sino que implica empoderamiento. Se trata de ayudar a los alumnos y alumnas a comprender que pueden hacer cosas difíciles. Y, quizás —solo quizás— ayudarles a creer en sí mismos, problema a problema.