Sarah Brun se graduó tras completar el Programa del Diploma (PD) del IB en el International School of Stavanger (Noruega). Ahora vive en Egipto y trabaja para ONU Mujeres, en defensa de los derechos de las mujeres en los países árabes.
¿Cuál fue su motivación inicial para cursar el Programa del Diploma del IB?
Sabía que quería cursar una licenciatura fuera de mi país de origen y, además, buscaba un currículo que me permitiera participar activamente en debates, desarrollar habilidades de pensamiento crítico y profundizar en las asignaturas que más me interesaban. El PD me ofrecía todo eso, así como un enfoque integral y la oportunidad de realizar tanto servicio comunitario como una monografía de investigación. También valoré mucho el curso de Teoría del Conocimiento (TdC), que era excepcional y realmente nos animaba a cuestionarlo todo, en un contexto imparcial en el que se daba cabida a la libertad de pensamiento y al pensamiento creativo. Todo eso me preparó bien para la universidad y consiguió que aquel primer ensayo que tuve que realizar para mi clase de ciencias políticas fuera factible, aunque no dejó de ser intimidante, claro.
¿Cuál de sus profesores del IB fue el más inspirador?
Durante el tiempo que estuve en el International School of Stavanger, tuve muchos profesores fantásticos. Creo que uno de los más memorables fue el Sr. Næss, que enseñaba historia y, además, coordinaba el grupo de Modelo de las Naciones Unidas, al que yo pertenecía. La enseñanza era memorable porque la historia se presentaba de modo que pudiéramos aprender los hechos, pero también analizar de forma crítica cómo estos determinaban nuestra sociedad y cómo pueden estar sesgados. También analizábamos cómo la historia y, lo que es más importante, la manera de enseñarla determinan nuestra perspectiva personal del mundo.
¿Cómo ha llegado hasta donde se encuentra actualmente?
A día de hoy, trabajo en ONU Mujeres en el campo de la igualdad de género en la región árabe. Se trata de un desafío tan inspirador como frustrante. Si bien el Modelo de las Naciones Unidas prepara a los alumnos para el debate y la investigación, el trabajo de campo de las Naciones Unidas es totalmente diferente. Combina el desarrollo con el apoyo a las políticas y también la diplomacia de alto nivel, mientras uno se abre paso entre prejuicios (incluidos los propios), conflictos complejos y, en ocasiones, siglos de desigualdades. Me incorporé a las Naciones Unidas hace casi ocho años: primero, como funcionaria subalterna del cuadro orgánico financiada con cargo al Gobierno de Noruega y, posteriormente, en un cargo con contrato a plazo fijo. En mi función actual, trabajo directamente con equipos directivos, colaborando en la coordinación y las alianzas, la labor normativa y de políticas y el desarrollo de los programas.
Todos los días me siento inspirada por las personas que conozco: las mujeres y hombres que defienden el empoderamiento en sus comunidades, los que alzan la voz y plantean preguntas difíciles y, en ocasiones, arriesgan su vida al hacerlo.
Cada día es diferente y todos los días tengo que usar las habilidades que he ido adquiriendo por el camino, ya sea la capacidad de escribir notas informativas rápidamente y bajo presión; la de ser concienzuda, imparcial y objetivamente precisa; la de abrirme paso en un complejo panorama de alianzas y política; o la de pensar de forma diferente y creativa cómo afrontar antiguos desafíos (como las desigualdades entre los géneros) con métodos nuevos e innovadores. Todos los días me siento inspirada por las personas que conozco: las mujeres y hombres que defienden el empoderamiento en sus comunidades, los que alzan la voz y plantean preguntas difíciles y, en ocasiones, arriesgan su vida al hacerlo.
Además, me frustra que en 2018 sigamos hablando de esto, cuando sabemos (y podemos probarlo) que la igualdad entre los géneros nos beneficia a todos, que contribuye a un crecimiento económico mayor y a una sociedad más justa desde el punto de vista social y que la participación de las mujeres en los procesos de paz suele llevar a unos acuerdos de paz duraderos. Tenemos pruebas de todo esto y, sin embargo, tenemos que seguir defendiéndolo, ya sea en favor de algo tan conocido como la igualdad salarial; en favor del liderazgo de las mujeres; o simplemente en favor de la libertad de movimiento, la libertad de elección y la libertad de gozar de los mismos derechos y las mismas oportunidades que los hombres. Si verdaderamente deseamos progresar, tenemos que acabar con el desafío de la desigualdad de género y eso es en lo que yo trabajo y el motivo por el que sigo trabajando en este campo.